lunes, 10 de enero de 2011

Aprendiendo... finalmente.

La vida está llena de profesores.  A algunos cuantos nos interesa escucharlos porque las clases son interesantes y se convierten en inspiración; algunos otros pasan sin pena ni gloria y no los recordamos nunca, y por último a algunos los queremos olvidar tan pronto como sea posible.  Lo interesante es saber que cada de uno ellos está allí para enseñarnos algo.  A veces nos damos cuenta de que estamos aprendiendo, a veces no.  A mí por ejemplo me lleva tiempo, pero la enseñanza llega y en ocasiones de manera violenta me golpea en la nuca para que entienda.

Ayer por ejemplo, no aprendí nada.  No entendí que pasó y sigo sin entender.  Y mi profesor no supo explicarse, no quiso elaborar porque lo consideró un caso perdido o no le interesó escuchar mi respuesta.  Quizás ayer yo era la profesora y él, mi alumno.  Quizás sus años como profesor lo volvieron duro, necio e irritado.  Pero quizás, está pensando demasiado y no deja que nadie cambie lo que él conoce y ha vivido.  No sabe que yo siempre fui una alumna perseverante, bastante aplicada y necia, y no me conformo con una mala nota, menos si no la merezco.  No sabe que quizás yo estoy aquí para enseñarle un par de cosas nuevas.

Winston Churchill decía que personalmente estaba dispuesto a aprender, aunque no siempre le gustaba que le den lecciones.  Esa es la clave: estar dispuestos a aprender.  A nosotros no nos pasará la vida en vano porque de un momento a otro, más tarde o más temprano, el apredizaje nos dará un manotón en la cabeza y sabremos qué vinimos a aprender.